jueves, 19 de abril de 2018

Los camareros del bar de Alsasua

Alsasua es un pueblo maldito, como también lo es Andoáin y otros muchos en los que el veneno etarra ha hecho estragos. Será difícil que en futuro logre desprenderse de tal condición, dado que la vileza demostrada por sus habitantes hace que la condición de pueblo maldito sea muy apropiada.
La camarera del bar, Naira, dijo, sin que nadie le preguntara por el particular, que la camisa blanca que llevaba el sargento agredido estaba limpia. Esa camisa, llena de marcas de suelas de zapato, es una de las pruebas de la agresión.
Con esa afirmación Naira, sin duda, pretende hacer un guiño a los habitantes del pueblo, a sus amigos y clientes, aunque con ello descienda al más bajo nivel.
«No se puede hacer poesía después de Auschwitz», dijo Theodor Adorno, y se entiende que con eso quiso decir que al haber comprobado que el humano es capaz de descender a esos abismos de iniquidad la tristeza debería acompañarnos e impedirnos actuar con alegría.
Naira, evidentemente, no pretende hacer poesía, sino deambular por esos abismos en los que la infamia es el pan nuestro de cada.
Esa camarera y Josu, el dueño del bar, han declarado que no vieron nada y ‘nada’ es la cobarde y salvaje agresión que sufrieron los dos guardias civiles de paisano y fuera de servicio, junto a sus parejas, en el bar Koxka, cuando tomaban un aperitivo.
Una multitud atacó a traición a dos hombres y dos mujeres, y en el pueblo dicen que eso no fue más que una pelea de bar y el gobierno navarro, del que forma parte lo mejor de cada casa, se ha manifestado en favor de los cobardes agresores.
El espíritu etarra, tan inmundo como el de los responsables de Auschwitz, sigue envenenando a todos los que se dejan, y hay que recordar que sin el PNV no podría haber existido.

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