lunes, 5 de marzo de 2018

Sánchez, un señorito en la cárcel

Cabe la posibilidad, y no me extrañaría nada que fuera así, de que este señorito que pasea su soberbia por la cárcel de Estremera, no haya dado un palo al agua en toda su vida, sino que se haya dedicado a vivir del erario a cambio de organizar desórdenes y revueltas cada vez que les conviniera a los gobernantes catalanistas.
Dicen que se cree superior a los demás, por haber nacido en Cataluña y ser catalanista, porque según su doctrina no todos los nacidos en Cataluña son superiores al resto de los mortales, sino que hay que ser también catalanista, o sea, como una suerte de vocación que sólo tienen los señalados por el espíritu santo, como Junqueras, Rahola, Puigdemont, o el mismo Sánchez, por ejemplo. Ya se ve que el espíritu santo se esmera.
Pero a la vista de los citados elementos, unos están en la cárcel, otros se pasan la vida gritando enfadados y otros se han fugado de forma cobarde, no está muy claro que merezca la pena ser superior.
Además, dicen las crónicas que a Sánchez lo castigan mucho en la cárcel, porque no se porta bien y tampoco ninguno de los otros presos quiere estar con él, porque no aguantan su tabarra, no soportan sus modales, no les gusta ver su cara. Esa manera de ser superior que tiene este Sánchez se conoce que sólo gusta a los que, como él, también son superiores, pero no con una superioridad cualquiera, como la de Santa Teresa de Ávila, que sin atreverse a pensar, porque era mujer, entró en el Siglo de Oro, o como El Cid Campeador, que jamás perdió una batalla. Esos tienen una superioridad más superior, tanta que hasta los funcionarios de la cárcel están abrumados, sienten que tienen una responsabilidad muy grande por tenerlo allí y están deseando que lo indulten o que lo ayuden a escapar y perderlo de vista para siempre.

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