sábado, 10 de marzo de 2018

ETA envió a un cura

Corría el mes de marzo de 1978, concretamente era el día 17 cuando ETA hizo estallar una bomba en la central nuclear de Lemóniz. Murieron dos trabajadores inocentes, dice la noticia publicada en el ABC.
Pero es que todas las víctimas de ETA son inocentes. Distinguir entre unas víctimas y otras es hacerle el juego a la banda terrorista. Ninguna de sus actuaciones tiene justificación y todos los que han apoyado o apoyan a ETA de forma activa o pasiva son unos miserables.
La cuestión es que Mari Mar Negro, hija de una de las víctimas de ese atentado, dice que ETA envió a un cura a disculparse por matar a su padre. Lógicamente, ella no lo recibió. Hay que tener este detalle en cuenta por varios motivos. El primero es que cualquier español que esté al corriente de las actuaciones del terrorismo vasco y sus ramificaciones y extensiones se lo cree, porque no fue un único cura el que apoyó el que apoyó de manera abierta o encubierta a la maldita banda, sino que fueron muchos y especialmente asquerosa fue y es la actitud de algunos obispos.
Hay que tenerlo en cuenta porque pronto comenzará la campaña de la Renta y los curas nos van a exigir, rogar e incluso suplicar que pongamos la equis en donde a ellos les conviene. El dios dinero tiene muchos fieles e incluso se sospecha que los curas y obispos catalanes también lo adoran, porque un gran número de ellos se ha hecho nacionalista, quizá porque así consiguen ganar más.
La actitud de los representantes de la Iglesia Católica en asuntos cruciales de la vida española se puede condensar en la de ese cura que hizo de recadero de ETA y además con absoluta falsedad, porque la banda siguió matando durante muchos años. ¿Cómo es que la Iglesia Católica tiene en su seno a esos individuos y encima se atreve a pedir dinero?

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