jueves, 1 de marzo de 2018

Cuando Quini fue secuestrado

Me ha pedido un amable lector cuya madre va a cumplir 98 años en los próximos días, que diga algo sobre Quini, pero no de su faceta futbolística sino de su probada calidad humana.
Hace mucho tiempo de eso, me refiero a su secuestro y mis recuerdos sobre el caso vienen a ser como pinceladas sueltas. Son pocos los que poseen la capacidad de perdonar y tampoco son bien entendidos por la mayoría quienes disfrutan de ella. Demuestran una grandeza de espíritu que empequeñece a quienes coleccionan agravios, a quienes están urdiendo venganzas permanentemente.
Quini debió de darse cuenta de la penuria de sus secuestradores, porque si no recuerdo mal contó que lo alimentaban a base de bocadillos y también comprendería que tenían pocas luces y que no eran delincuentes profesionales, así que optó por perdonarlos, lo cual creo que sentó mal al club en el que prestaba sus servicios, que resultó perjudicado por el secuestro. Pero su bondad pudo más que el deseo de quedar bien con los poderosos directivos.
Se da la circunstancia de que años después su hermano murió ahogado en su intento de salvar a un niño de las olas. Lo que induce a pensar que la familia de los Castro tuvo que ser ejemplar. La bondad se contagia a veces, por lo que hay que intentar con denuedo que suceda.
Y creo que no está de más comparar a esos dos hermanos ejemplares, que ya no están entre nosotros, con todos esos otros que dicen que quieren mejorar el mundo, algunos de ellos guillotina mediante, y entonces uno se da cuenta, si no lo había hecho antes, de la enorme diferencia que hay entre los que realmente mejoran el mundo y los que lo empeoran, alegando que lo quieren mejorar. Por sus hechos los conoceréis, dice la Biblia y no se equivoca en este caso.

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