sábado, 20 de enero de 2018

¿Camps? No, gracias

Con respecto a Camps, hay que respetar, como en todos los demás casos, la presunción de inocencia. Eso, en primer lugar. En segundo, que quizá las acusaciones vertidas contra él no se puedan probar. Y en tercero, que en caso de que se prueben es posible que el delito haya prescrito.
Cabe añadir también que, independientemente de que haya delinquido o no, empobreció, con sus derroches megalómanos, al Reino de Valencia, pero este empobrecimiento es pasajero. En cambio, los nacionalistas catalanes han empobrecido a Cataluña para siempre. Otra diferencia sustancial es que mientras las víctimas de los nacionalistas catalanes siguen votando a quienes les han hecho tanto daño, los valencianos huyendo del fuego han caído en las brasas, votando a esos que no pueden traer más que la ruina para siempre.
Por culpa de los desvaríos de Camps, sobre cuya estabilidad emocional tengo serias dudas, el Reino de Valencia está en manos de los impresentables catalanistas, cuya salud mental tampoco parece buena, toda vez que en pleno siglo XXI pretenden implantar en el Reino de Valencia un dialecto que un tal Pompeyo Fabra, químico, retocó y amplió apenas un siglo antes, y se les nota el deseo de que sustituya por completo a la lengua española.
Camps tenía unas manías y unos aires de grandeza que no se correspondían con su mente limitada y estos de ahora tienen otras manías, y no sólo la del dialecto, que también llevan al convencimiento de que sus mentes son igual de limitadas o más.
En las primeras elecciones democráticas quedó claro que en el Reino de Valencia priman las izquierdas, pero unas pocas elecciones después el personal se cansó, porque una cosa es ser de izquierdas y otra ser catalanista. El problema se produjo cuando la derecha puso a un presidente tonto, que es Camps, por culpa del cual volvió la izquierda, sin que todavía se haya desprendido del catalanismo.

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