martes, 5 de diciembre de 2017

Al juez belga le va la marcha

Como si pensara que es rentable para Bélgica tenerlo ahí, como si vislumbrara que va a atraer más turistas que el propio Manneken Pis, como si pensara que alargando el caso él mismo va a hacerse popular.
Pero que lleve cuidado, porque a lo mejor van muchos japoneses a ver al locatis ese. Es inconfundible con esa cara de memo y ese peinado de chica alegre y desenfadada. Pero no sólo van a ir turistas japoneses o de otras latitudes deseosos de observar en qué han derivado algunos descendientes de aquel mono que decidió bajar del árbol, quizá para comprobar que algunos tienen pinta de seguir arriba y echarles unos plátanos y unos cacahuetes y sacarles algunos fotos, sino que también van a algunos catalanes, precisamente los que están más locos y algunos de ellos se han agrupado y han tomado el nombre de Arran. Este juez no parece haberse enterado del peligro que se cierne sobre Bruselas. Pero es que al peligro del daño físico que puedan hacer esos bárbaros (hay que recordar que el 1-O hubo más heridos y de mayor gravedad entre los policías que entre los propios manifestantes, que acudían a actos ilegales, o fijarse en Rahola y Espot), también hay que tener en cuenta el daño moral, puesto que los belgas son muy respetuosos con las leyes y esos que están allí se las pasan por el forro.
Pero esa táctica dilatoria del juez belga ha venido bien al juez español, Llarena, que es más listo, que ha optado por regalárselos. Quédatelos, parece ser que le ha dicho. El héroe de pacotilla, que mientras lanzaba a las masas a buscarse su ruina, y el paro está creciendo mucho en Cataluña, él planificaba su fuga. Mientras sus compañeros del anterior gobierno catalán están en la cárcel y otros muchos catalanes en el paro o con menos dinero, el héroe del mocho podrá vivir como un rey en Bruselas. Y compondrá esa risita gallinácea.


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